viernes, 16 de mayo de 2014

...DE UNA " GRAN ACTRIZ", EL TEATRO, Y LOS GOLPES DE LA VIDA...



EDIFICIO DEL TEATRO TASENDE .


Fue a mediado de los 80 cuando llegué a un grupo de Teatro de la ciudad de Camagüey, llamado La Carreta,  magnifica  agrupación  que poseía casi en su totalidad un colectivo actoral de primera línea, y creo no exagerar. Nos reuníamos en las noches en el Teatro Tasende de la calle Popular, y se montaban excelentes obras de autores cubanos y extranjeros, siempre con magnificas recepciones por parte de los espectadores. Algunos  fines de semana nos presentábamos ahí mismo, o en el teatro Principal o visitábamos distintos pueblos y ciudades de varias regiones de Cuba. Pero aquel grupo como todo amplio colectivo, tenía sus personajes de la vida real.

Uno de esos personajes era una ¨ gran actriz ¨  que había estado convaleciente varias semanas por una enfermedad y al regresar, comprueba que una compañera la había sustituido en un rol que a ella le habían asignado, pero que debido a la demora en su recuperación, el director decidió seguir con el montaje y nombro a otra actriz.  Recuerdo que el día en que se reincorporó la vi detenerse a la entrada de la sala teatral y observar todo cuanto acontecía en el escenario mientras se ensayaba. En ese momento algo pareció estremecerla de arriba a abajo.  
Fue entonces cuando  avanzó acentuando el movimiento de sus largos brazos de manera retadora y con una furia en su mirada, llegar hasta el escenario, y subiendo al mismo y sin que mediara saludo alguno le dijo a el director, pero mirándole a la cara a la nueva actriz, y con tono desafiante lo siguiente. “ Oye Cecilio ya estoy de regreso, no pases más trabajo que ese personaje te lo doy yo en dos o tres días, porque tú sabes que lo mío es aprenderme el texto y Ya!!!”. Mientras remarcaba una guapería de solar, nunca antes vista en ese grupo.  Es decir a aquella amiga no le importaba en absoluto saber cómo era la psicología del personaje, ni su interiorización, ni nada, pues lo más importante para ella era ¨el texto¨.  Fue tal la intimidación que logro causar en la otra actriz, que esa misma noche renunció,  mientras aquella  ¨ gran actriz ¨ disfrutaba de su triunfo y se pavoneaba libreto en mano haciendo alarde de su memoria y anunciando que ya se sabía las dos primeras escenas;  a la vez que era observada de forma atónita por el resto de los actores y actrices.

Otros de mis recuerdos  tienen que ver con dos grandes de ese colectivo y que todavía pudieran estar entre nosotros. La temperamental, Bárbara Lorenzo Martorell, que tuvo que abrirse paso contra viento y marea, hasta finalmente  convertirse  en una de las primeras actrices y escritoras del grupo dramático de Radio Cadena Agramante, donde desarrollo una carrera meteórica en el relativamente corto periodo de vida en que estuvo allí,  y en este planeta.

El otro de mis recuerdo es para el sin igual José Manuel Cocurull, excelente persona y amigo, poseedor de un humor y un sarcasmo que yo disfrutaba mucho. Combinaba su pasión por el Teatro con su excelente labor de profesional de la medicina, que además era matizada por su devoción hacia la lectura y todo lo que fuera cultural, pero que contrastaba con otras pasiones  como aquella de jugar la lotería, que le dio mucho y le quito más todavía.Era un jugador de cábalas tremendo, siempre me decía que unos días antes o después de su  cumpleaños, le tiraban la edad que cumplía, y era verdad,  y él  cogía el número con mucha plata y festejaba por todo lo alto, hasta que llego su aniversario 42. Comenzó a seguirlo como de costumbre una semana antes, pero ese no iba a ser un buen año para las cábalas, tanto que lo llevo a desprenderse de varias cosas personales en pos de conseguir dinero y poder seguir jugándolo a pesar de los múltiples consejos que le dábamos sus amigos para que se rindiera, pero no lo hacía y como ¨buen jugador¨ necesitaba recuperar todo lo perdido.

El día que salió el 42 y cuando ya casi debía de comenzar a seguir el 43, pudo cogerlo con apenas 10 pesos, lo que significaba un premio de 700, pero eso no era ni la milésima parte de lo que había perdido. Después y por múltiples  cosas de la vida y otras más, y en un momento  donde ser un profesional  no significaba mucho, me lo encontraba casi a diario en el popular mercado del Rio llenando fosforeras, que le dejaban en tres días, el salario de un mes en su anterior trabajo en un Hospital. Y él se alegraba mucho de verme porque conmigo y algunos otros conocidos, que teníamos que pasar obligadamente por allí en busca de comprar  alimentos,  podía  volver a lo que era su pasión;  el teatro, y la cultura en general.  Y así en una improvisada peña debajo de un flamboyán donde tenía su mesa de fosforero y frente a un entrar y salir incesante de clientes  y vendedores que vociferaban a todo pulmón, encontrábamos  un espacio y entonces nos deleitaba con una magnifica crítica sobre algún hecho artístico apreciado por él o nos daba una breve y amena disertación sobre variados temas de salud o de lo cotidiano, en medio de aquel atípico ambiente muy contrario a su formación, y lo escuchábamos  mientras no paraba en su oficio con una habilidad asombrosa que dejaba ver sus dedos callosos y quemados por el gas licuado con el cual rellenaba las fosforeras,  pero sin dejar de sonreír, aunque esa sonrisa a veces llevaba algún dolor escondido y así lo acompañó hasta su último día de vida.


Otros compañeros del grupo y de igual talento prosiguieron sus carreras como actores o en la formación de niños en su labor como instructores de arte, o tomaron caminos allende los mares, y de vez en cuando me los encuentro personalmente o gracias a las redes sociales, para de nuevo evocar alguno de aquellos pasajes que nos permiten volver a vivir, y desenfundar  todos nuestros recuerdos y deseos por el teatro y la cultura. De ellos y de otros temas pudiera hablarles con más detenimiento, y seguramente en cualquier momento lo haré, cuando vuelva por Camagüey, desde mi memoria.

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