No les
voy a hablar de un sueño que tuve con ella, o de una anécdota fruto de mi imaginación,
les voy a contar aunque parezca difícil de creerlo sobre mi encuentro con Celia
Cruz, días después de su muerte en un rinconcito bien querido por muchos
cubanos. Si, para sorpresa mía pude encontrarme
con Celia en el Santuario Nacional de la Virgen del Cobre, cuando una banderita
cubana que se encontraba sobre una de las mesas donde los peregrinos suelen
dejar aquello que prometieron a la Virgen, destacaba por sobre muchas otras
cosas.
Al
acercarme para verla con detenimiento pude ver un mechón de pelo bien negro
sobre la banderita y un papel escrito a mano, donde explicaba que esa banderita
había acompañado el cortejo fúnebre de Celia Cruz, y que el mechón le había sido
cortado expresamente para ser llevado hasta allí, por su hermana Gladys.
Aquello me sacudió por completo. Había tenido el privilegio de estar tan cerca
de ella, de poder tomar aquel pelo, besarlo y pedirle a la virgen que la
tuviera en un lugar privilegiado, pues había regresado aunque fuera de esa
manera, ya que de otra forma no pudo ser.
Mirando
su pelo y la banderita, pensaba como las
paranoias políticas pueden causarle tanto dolor a una persona y en este caso también
a su público, que nunca más pudo volver a verla en su isla querida. En estos días que se cumplen 11 años de su muerte, y
cuando ni sus restos han podido regresar a la Isla porque se lo impidieron y se lo impiden
comandantes y generales, su música sigue por todas partes pues como dice ella misma en una estrofa de sus
tantas canciones: <… viviré, allí estaré mientras pase una comparsa con mi
rumba cantaré, seré siempre lo que fui, con mi azúcar para ti yo viviré, yo
viviré…>.
Es lo
grande del arte que puede traspasar cualquier barrera y Celia lo hizo ya, hace
mucho tiempo. Los que te queremos, que somos muchos te damos las gracias.
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