lunes, 2 de junio de 2014

EL EXTRAÑO CASO DE UNAS PIZZAS EN LA MEDIA NOCHE.



Llevaba varias horas sin comer nada, en un lugar a las afueras de las Tunas, llamado La Caldosa, en espera de poder encontrar algún medio de transporte que me llevara de retorno a mi casa en Camagüey. Había llegado hasta allí en las últimas horas de la tarde y ya se acercaba la media noche, cuando  en medio de la penumbra y a lo lejos escucho una voz que acercándose decía: “Pizza de queso, pizza…”. Yo me adelante al numeroso grupo que se encontraba en el lugar, y con paso apurado pude divisar al vendedor, y como llegando a una meta muy codiciada, extendí  mi mano y compré un par de ellas, las devoré con saciedad acompañadas por una bebida espumosa y dulce llamada Prú, que se prepara fundamentalmente en el Oriente cubano a base de varias raíces que son fermentadas. Me sentí afortunado; era uno de los pocos que había logrado comprar pizzas y tomar Prú. Ya reposaba más tranquilo cuando de pronto, siento un alboroto a unos cuantos metros de mi. Era una riña entre el vendedor de pizza y su despechada novia, que gritaba algo que me dejaba estupefacto.

No podía creer aquello, mientras muchos de los clientes iban cercando al vendedor con malas intenciones, ella cada vez lo gritaba con más fuerza y más fuerza, y yo me volvía a estremecer. Aquello me espantaba, pues según la delación de la despechada. Nos habíamos acabado de comer unas pizzas, a las cuales, aquel desmadrado le había echado condones en vez de queso. Traté de vomitar una y otra vez, pero nada. Mi estómago se negaba a devolver lo poco que le había caído en casi todo un día y así mismo las digería. Desde entonces a las pizzas de queso, primero las huelo y las miro muy bien.

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